viernes, 17 de octubre de 2014

 Correr no puede ser bueno   

 

 «Ufff, pero qué horror. Me va a dar algo. No puedo más. A mí ¿quién me manda correr? A mis treinta y dos años, ¿qué necesidad tengo de hacerme esto a mí misma? Si es como un castigo divino. Nada, en cuanto no me vean, doblo la esquina y vuelvo para mi casa. Andando, por supuesto. Igual el resto del grupo no se da ni cuenta.  
 ¿Cuánto llevaré? Seguro que por lo menos 2 kilómetros. Madre mía, pero si solo han pasado ¡5 minutos! Nunca pensé que el camino a la M-50 estuviese tan lejos. ¡Este tío está loco! Correr por estos secarrales, en pleno mes de septiembre, sin agua y encima a las siete de la tarde. Y luego cuestas. Yo paso, que corra otra. Es que, ¿a quién se le ocurre?  
 ¿Y este picor de piernas? Es horrible. No puedo parar de rascarme. Me pica todo. ¡Me arde hasta el culo!   
Me voy a morir de sed. Tengo la lengua seca.  
 ¡Qué calor! La cara me echa humo. Seguro que estoy más roja que un tomate. El corazón me sale por la boca. Si hasta puedo notar mis pulsaciones en la garganta. Estoy a punto de fibrilar. Lo veo venir. Ya verás, ¿a que me da una lipotimia? Me muero. ¿Te imaginas? ¡Qué vergüenza!  
 ¿Dónde están las famosas endorfinas? ¿No se suponía que correr te relajaba? Pues menudo estrés. Esto es un infierno.

No puedo más. Me paro. Eso, me paro y camino. A paso rápido, en plan power walking, igual cuela. Venga, camino. No, no, ¿cómo voy a caminar si ninguna de estas chicas lo hace? A ver si alguna hace el amago. No voy a ser yo la única del grupo.  
 Venga Mitre, con dignidad hasta el final. Pase lo que pase. Cueste lo que cueste. Aunque dejes el hígado. ¡Tú puedes! ¡Vamos!  
 ¡No, no puedo! ¡Ni de coña! Que le den al running. No es lo mío. Yo paso, ¿para qué?    De verdad, ¿por qué me esfuerzo?, ¿por qué lo hago?, ¿por qué me empeño? Nunca he dado el perfil de deportista. Si de niña hasta llegué a fingir estar mala para no ir a clase de gimnasia, porque había que colgarse de las espalderas bocabajo y hacer el dichoso murciélago, ¿qué hago ahora corriendo?   
Sí, está claro, tengo que asumirlo: no fui hecha para ser atleta. De las Spice Girls yo podría haber sido cualquiera de ellas. Todas menos la deportista.    De verdad, qué sufrimiento más absurdo. ¡Me falta el aire! ¡Me ahogo!    Esto de correr no puede ser bueno».    Así me sentía el 4 de septiembre de 2009, el día que empecé a correr.


Cristina Mitre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario